martes, 27 de diciembre de 2016

Auroras boreales.

Cuenta una leyenda esquimal que los límites de la tierra y del mar están bordeados por un inmenso abismo sobre el que aparece un sendero estrecho y muy peligroso que conduce a las regiones celestiales. Solo los espíritus de aquellos que han tenido una muerte voluntaria o violenta, y el cuervo, son los que recorren ese sendero. Los espíritus que viven allí, en los cielos, encienden antorchas para guiar los pasos de los que llegan. Esa luz es la aurora boreal. Al final del camino, festejan y juegan con un cráneo de morsa.
También tienen, los esquimales, una simbología para el sonido silbante que acompaña, algunas veces, a esa aurora. Se trata de las voces de los espíritus que intentan comunicarse con las gentes de la tierra. Se trata de los “selaimu”, los “moradores del cielo.
Para otros pueblos, se trata de un zorro que va rozando el cielo con su cola, produciendo chispas luminosas cada vez que corre sobre la nieve. En otras tradiciones se cree que esas luces son provocadas por las grandes ballenas al arrojar chorros de agua helada al cielo.

Créditos e imagen: Kirkjufell, una montaña en la costa norte de Islandia. Foto: iStock